¿Quién me lo iba a decir a mí? Aunque ya el año pasado
comencé a “vivir” el mal sueño de no poderte llevar; esperaba, quizás de una
forma infantil e ilusa; que dicha situación hubiera revertido ya este año…
Pero
no puede ser, Madre; y he de comenzar a acostumbrarme a esto de “ser, sin poder
ser”.
Y de mi corazón brotan los recuerdos de más de un cuarto de
siglo; y las lágrimas no me impiden ver cada año, cada vez, cada giro, cada
levantá, cada paso siendo tus pies…
Y un suspiro me trae aquella primera vez…
Aquella madrugada en la que te ví en lo
alto de unos hombros que yo conocía. Aquella madrugada me deje llevar por el
mágico misterio que se anidaba en mi corazón casi sin darme cuenta; poco a
poco, sin violencia alguna; ganando cada centímetro del mismo con la dulzura
que de tus ojos emanaba.
Yo estaba absorto, con los ojos clavados en
aquellos pies que te llevaban; con la emoción de quien descubre la verdad por
vez primera; intuyendo una oración en cada paso, a cada mecida. Y ocurrió lo inevitable;
Madre; y levanté mi mirada para posarla en tu cara…
Y el alba se detuvo; la noche se negó a
rendirse; y mientras el corazón se agitaba con el compás de una campana y el
alma se serenaba con las notas de un violín; pude oír la voz de tu hijo; Madre:
- “Es él, Madre. Dile que venga; dile que
aquí tiene su sitio esperándole”
Sin saber muy bien si lo que estaba
sintiendo era realidad, o era un sueño; o era esta adormecida imaginación mía
que a veces se dispara; tan solo acerté a decir
- “El año que viene yo estaré allí abajo; a
tus plantas” …
Y sin temor a que me tachen de loco, juro
que te vi sonreir; Madre; y que te
escuche, cuando mirabas ya a la avenida que ahora lleva tu nombre y me
susurrabas: “Lo sé; y te espero”.
¿Recuerdas Madre?...
Al año siguiente me
puse a tus plantas por vez primera para ser tus pies.
Los que me acogieron y me ayudaron para ser
uno más; me daban ánimos y trataban de calmar al nuevo costalero. La emoción
venció a los nervios momentos antes de emprender un viaje que ha durado más de
un cuarto de siglo…
¿Sabes Madre?; he tenido mucha suerte de
poder ser y estar todo este tiempo. Han cambiado algunas caras; el destino nos
ha impuesto algunas ausencias muy dolorosas; algunas veces se nota que ya se
peinan canas… Pero hay algo que no ha cambiado; hay algo que sigue
manteniéndose todo este tiempo.
Madre Mía del Rosario; tú ya sabes a que me
refiero. Te hablo de tus “Angeles Costaleros” y su AMOR para contigo… Te hablo
de algo que he aprendido, que he sentido, que he visto año tras año en todos
estos otoños compartidos.
Esa oración convertida en suave mecida; ese
tenso pero calmado mar de camisas blancas; ese saber hacer de unos y esas ganas
renovadas de otros.
Podría contarte mil historias; Madre; mil
anécdotas que TÚ ya conoces; pero nada de esto tendría sentido sin ti; Virgen
del Rosario; pues eres el espejo donde tu pueblo quiere mirarse; la fuente
donde tus hijos quieren calmar su sed.
¡Como ha pasado el tiempo! ¿Verdad,
Madre?
Mi alma guarda esos momentos que tú y yo
hemos compartido; esos momentos en los que suplicaba la protección de tu manto;
esos momentos que entre TÚ y yo quedan para siempre y que considero parte de mi
vida y de mi propia historia, algunos de ellos recogidos en imágenes año tras
año…
Siempre te agradeceré esos otros momentos
que no se ven; los que se sienten y se viven en silencio… ¿A que ya sabes a que
momentos me refiero; ¿Madre mía?; Si, son esos momentos que van dándole forma a
un libro que nunca se editará, esos pequeños detalles que sé que son de tu agrado,
quizás porque pasan desapercibidos para la mayoría; pero que a los
protagonistas llena de esperanza, de alegría…. Ya sabes, Madre, que hablo de
cosas sencillas y simples; actos que se visten de silencio; momentos en los que
no hace falta articular palabra; ¡¡¡ Situaciones en las que estas tan presente,
Madre del Rosario!!!


Tú ya lo sabes; bálsamo y consuelo; aunque
quizás le extrañe a propios y extraños; de estos Otoños me quedo con esos
momentos antes que con otros más “llamativos”; y recuerdo a esa persona que te
mira con lágrimas en los ojos y se acerca al costalero para decirle “Gracias”;
porque ordenastes parar en la puerta del familiar enfermo; y me quedo con esa
mano temblorosa y cansada por la lucha contra una enfermedad, que recoge esa
flor que segundos antes embellecía tu trono mientras veo en sus ojos un
agradecimiento descomunal…
“Dáselas a ELLA”, - le digo…
Me resulta imposible plasmar tantos
momentos vividos a lo largo de todos estos años; pero TÚ sabes bien a los que quiero
referirme, ¿verdad, MADRE?. Si, son todos esos en los que estás presente; esos
en los que tuve un papel de testigo directo; todos esos que tuvieron
protagonistas anónimos y que no veremos en las fotos; aunque bien sabemos TÚ y
yo que alguna se hizo…
Por TI, MADRE; y por tod@s ell@s; han
merecido la pena los otoños de camisa blanca; páginas de oro en el libro de mi
vida…
Ahora; cuando el no poder me deja sin
volver a ser, busco las fuerzas y las ganas de “reinventarme” en el amor de
Vanessa, de Jesús y de Elena; en los abrazos de l@s amig@s y los ánimos de l@s
compañer@s; en la blanca camisa que quiero volver a empapar mientras siento su
escudo en mi pecho, en la vieja medalla que volverá a relucir; en el ritmo
sereno que la eterna campana viene marcando a lo largo del tiempo, en las notas
arrancadas a las almas de cada instrumento; en el eterno sonido del roce de los
pies de ELL@S cuando te portan y te llevan;
y ante ti me presentaré, sabiendo
que todo ocurre por un porqué y queriéndome convencer de que en esta historia
compartida nos queda mucho por hacer,
vivir, y conseguir…
Y de nuevo te pido; Virgen del Rosario; que
escuches a quien te llama; que seas de nuevo su bálsamo y consuelo…y para mí…
para mí solo te pido las fuerzas para poder aguantar “sin poder ser…mientras me
muestras el camino para, de alguna forma, “volver a ser….
NOTA:
Muchas Gracias a quienes siempre han compartido sus fotos conmigo; especialmente a José Mari Rodríguez, que siempre está ahí para ayudarme...Y como no, a Pipo, Rafael Cortés, Paco Cassá, Fernando Rodríguez, J.P. Lorenzo y a todos los que con sus cámaras captan no solo imágenes, si no sentimientos y emociones que guardamos para que sean nuestros recuerdos.... Y mi recuerdo emocionado al AMIGO Y MAESTRO Carlos Rojas, que tan presente sigue estando en nuestros corazones. Él vivía y compartía estos momentos con mi misma alegría...