jueves, 29 de marzo de 2018

RECORDANDO UNA REFLEXION...O REFLEXIONANDO SOBRE UN RECUERDO.

Me dijo un amigo un día:
 
Navegando por ese mar inmenso que es “FACE”, encuentro una misiva en botella a la deriva, que me impulsa  hacerla mía, -(cual oportunista ladrón)-,  a la vez que desechar  la avaricia, reteniéndola  y escamotear la hermosura de su texto con quienes  dediquen  breves minutos a su lectura.
 Quién fuera  su autor, lo redactó con tan ilimitada sinceridad, que impregnó el contenido del  verdoso vidrio, expandiéndolo, con compartida sensación difícil de obviar. El mensaje, de enérgicos y varoniles trazos, decía:
 
 
 
“Pues sí, amigos, me van cayendo años y empiezo a regañadientes a sentir que voy cumpliendo etapas, viendo crecer a mis hijos y envejecer a mis padres con una celeridad que a veces me da vértigo. Pero estoy contento, lo vivido, vivido está y la experiencia  nos permite disfrutar de las pequeñas cosas desapercibidas en el ímpetu de la juventud. Los años transcurridos, a modo de gafas, te permiten apreciar los valores importantes, los absolutos, los que verdaderamente te acercan a la felicidad. No soy ambicioso materialmente, tengo todo lo que deseo,  mi familia, mi mujer y mis hijos a los que adoro, mis padres con una serenidad y armonía, propio de una generación dura de la mina, me enseñan a diario como hay que afrontar el invierno eterno que llegará. Y mi hermana y mi sobrino que aunque a veces pudiéramos estar más distanciados, son sangre de mi sangre y siempre están en mi corazón. Y por supuesto no podría vivir sin los amigos, muchos de mis grandes momentos me lo habéis dado vosotros. Nadie es más pobre que el que vive en soledad. Muchas gracias a todos. Tempus fugit.