Vagamente la mirada perdida, mirando a la nada misma, como congelado en el tiempo, sin respirar casi sin aliento.
Por la ventana sin sentir si quiera la luz, el aire, sin darse cuenta de las horas, preguntas elocuentes, en la duda misma, en la sensatez de la razón,
Sabiendo que existe la obligación el quehacer, pero solo permitirse ese momento el único e inigualable de todos los demás.
Sintiendo las locas ganas de gritar desaforadamente, pidiendo auxilio, que solo se fijen un día en el interior, solo saber cómo se siente sé esta o lo que querrá…
Solo sentir la obligación de la vida, en cumplir, realizar los deberes, cuestionarse, será la vida misma, será mi destino, seré lo que yo quiero.
Esos momentos que perduran solo minutos profundamente, buscando sin querer lo instranscurrible, indeseado ilógico, solo sucede, solo es la que es, sin tanto definir, solo sentir.
Y así pasan los minutos, para los demás algo perdido, para mí la riqueza misma de sentir la calma de m mismo, tratando de encontrar la sencillez del porqué, y aceptarme en donde estoy, valorando las más mínimas situaciones que abundaron mis gracias, mis ganas, intereses y virtudes.
Al finalizar el momento, vuelve a la realidad, las voces implorando mi nombre, situaciones que en mi mente buscan la inquietud de desarrollar, emprender el movimiento mínimo para volver a comenzar y terminar con un tan solo que pareció segundo, de paz.
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