domingo, 14 de octubre de 2018

“EL BANCO DE LA CORTA” (PEDRO REAL VALDES)

Al regresar a casa, (Madrid) quedó atrás la admiración que me produjo contemplar el avance actual de los trabajos mineros en Rio Tinto y, una vez en ella, caigo en la reflexión de evocar algo cuya semejanza me ocupó hace unos años, sin poder determinar con exactitud fecha, pero que en aquel entonces, conseguí expresarla de forma escrita y fue publicado -¡echándole valor¡- por “La Voz de Zalamea”. referente a las “ruinas” que mediaban entre Alto Mesa y el fenecido pueblo (La Mina abajo)

 Le denominé: “EL BANCO DE LA CORTA” y ahora, repito , con el deseo, de hacer partícipes a los amigos a quienes acostumbro a mortificar con mis historiadas noveladas.
Así:-
 
“Los recios, carraspeantes y silicóticos síntomas de las Cortas y antiguos pozos, actualmente abandonados, se esfuerzan cual seres vivientes, para hacerse oír por aquellos que a sus bocaminas nos acercamos, tratando de curiosear, siquiera sea para escuchar de sus gargantas lo que nos permita la imaginación y, retirarnos tras esto, con sensación de pequeñez.
Sin prestarle excesiva atención a cada rumor audible, -son cosas de viejos, pensamos- no siempre es posible hacer oídos sordos y desentenderse de todo lo que nos transmiten en nuestras cortas visitas esos ya exhaustos filones a los que, después de haberlos aprovechado, debilitándoles, año tras año, condenamos a reposar a la espera de una resurrección acorde con nuestros humanos intereses.
Recuerdo fue uno de esos soleados días, cuando la viva luz de la primavera andaluza, limpia de cualquier mácula de contaminación propició su alarde y yo puse toda mi atención en aquél trozo de la anciana Corta del pueblo de Rio Tinto, pendiente de enterrar por el avance de los trabajos del Cerro Colorado.

 Era tan sólo el extremo de un “Banco” que aún conservaba apolillados trozos de una creosotada traviesa soportando el medio metro, oxidado, del raíl por donde un día rodo, con humeante penacho y bravucón silbido, una de las innumerables locomotoras de vapor “made in Birmingham”
Por respeto a tanta edad, silencié mis pisadas y, con respetuosa actitud, quedé a su escucha:
“”¿Qué miras tú, mozo?.!Se lo que piensas y comprendo lo que vés¡

 Así todo, la decrepitud con que ahora me muestro a ti, sucumbirá, pero rumiando el orgullo que sintió el túnel, ahora cegado, al que conducía mi oquedad, cuando en la invernal noche de aquél lejano dia 2 de Marzo de 1882 lo cruzó, ni más ni menos que S.M. el Rey, Don Alfonso XII que, desde Sanlúcar, me visitó.

 ¿No me crees?....!Sí, a verme a mi¡ ¡No pongas esa cara¡
¡Levanta esa vitriólica piedra que está junto a ti¡. Guardo bajo ella el aro carcomido de un barril de agua, una pala sin el mango,
-que tendrás cuidado en no mover, pues es casi polvo- y un foco de carburo, en cuyo interior, -si logras desenroscarlo- encontrarás prueba de lo que digo””
Intenté hacer tal como me indicaba y….¡!Suerte¡

 Enl el reseco y polvoriento foco hallé una dobladísima y amarillenta página de periódico, con la tinta en parte desaparecida, que correspondía al diario “LA EPOCA” del dia 4 de Marzo de 1882.
Publicaba noticias telegráficas, según el periodismo de entonces. Una de ellas daba cuenta de la llegada de S.M. a Rio Tinto el día 2 a las 10 de la noche. Otra la ampliaba según reproducimos:
“”S.M. el Rey ha recorrido las minas, siendo aclamado calurosa y constantemente por los 12.000 obreros que trabajan en las mismas. Durante 4 horas recorrió S.M. 50 Kms. Del ferro-carril minero, visitando detalladamente la cementación, calcinación, almacenes y nuevo filón. Al visitar la población, entró en una vivienda de obreros, con los que conversó afablemente. Recorrió un túnel de 900 metros.

 S.M. el Rey, sumamente complacido durante esta excursión pòr las minas, se dignó aceptar una delicada y espléndida comida que la Compañía le tenía preparada.
Las minas perfectamente iluminadas, con luz eléctrica, ofrecían un aspecto verdaderamente fantástico; un asombroso panorama de imposible descripción-
El estampido de los barrenos y los nutridos y vigorosos vivas con que a S.M. saludaba aquella multitud de honrados operarios, formaban un espectáculo grandioso y conmovedor.
A las dos y media saldremos con S.M. para Huelva””.
Corresponsal.-
 
Algo impactado debió verme el viejo “Banco” que, para no ser descortés con mi visita, continuó:
“”Ahora no tengo más ganas de hablar. He de forzar la voz. Ya ves el ruido que meten esos endemoniados volquetes que pululan por ahí. Si vienes otro dia por aquí desde esos Madriles y aún no me han enterrado del todo, te contaré la gente “de clase” que vino a conocerme….!por lo que fui¡. También te referiré alguna cosa de tus dos abuelos a los que, ¡Claro, que conocí¡
Posteriormente volví para decirle que siempre le creí y que, además, aquella regia visita fue inmortalizada en el libro “La Rábida”, escrito por Braulio Santamaría, precisamente, en aquél mismo año.

 No pude hacerlo. Yacía sepultado totalmente.

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