Nos fundimos
en un abrazo y nos dimos un beso de amigos, luego se quedo mirando a la
pequeña, al tiempo que tenía unas palabras con Jesús; mi hijo.
Esa estampa
que pudiera parecer normal, me ha hecho reflexionar mucho: Me ha hecho pensar
sobre la suerte que he tenido con mis MAESTROS
Leí una vez
que “Profesor es quien enseña; MAESTRO
es de quien aprendes…”, y yo tuve la suerte; junto con aquellos
compañeros de clase, de aprender de los mejores.
Cada uno era
bien distinto al otro, pero tuvieron la sabiduría de aglutinar sus experiencias
con los tiempos nuevos que venían llamado a las puertas de nuestras vidas… las
nuestras y las de ellos mismos…
Mis MAESTROS
tenían la fuerza y el poder de cambiar la existencia de aquellos niños que
íbamos despertando a la vida. Tenían por delante la difícil tarea de usar sus
capacidades y habilidades en beneficio de unos críos que serían (SOMOS) los
padres del futuro, los hombres y mujeres del mañana.
De todos y cada uno de ell@s guardo un recuerdo o anécdota. A tod@s siento que les debo algo y con tod@s formo el puzle de mis recuerdos que al fin y al cabo son el de mi vida misma. ¡Si, claro que hubo momentos en que no les entendía; o incluso pude llegar a renegar de ell@s!; pero eso también es parte del camino que juntos recorrimos...
A veces una
simple foto de una vieja aula de las de entonces, o una imagen de un libro de
texto de “los de mi época”, o la foto de aquel viejo e inmenso patio donde el
recreo se hacía tan corto; me hace recordar y evocar aquellas tardes grises
donde mis MAESTROS nos abrían las puertas de un inmenso mundo de preguntas y
dudas, y sin darnos cuenta, nos iban preparando para VIVIR.
Y tras librar mil batallas con los recuerdos, tras revivir sensaciones y emociones, tras secar alguna lagrimilla (porqué no decirlo) llego a la conclusión de que si al ver a alguno de mis viejos MAESTROS me da tanta alegría y si al recordar a mis MAESTROS que ya no están me da tanta emoción, debe ser porque lo hicieron bien... GRACIAS, MAESTROS...
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