jueves, 29 de mayo de 2008

CONFESIONES DE UNA LOCOMOTORA SALVADA DEL SOPLETE ( POR NEFTALÍ )

EDITADO POR NEFTALI EN:http://riotinto.mforos.com/555733/7607782-confesiones-de-una-locomotora-salvada-del-soplete/

Soy la locomotora número 52. Me fabricaron en Inglaterra en 1883, por encargo de la Río Tinto Company Limited, y recién acabada de nacer me trasladaron a las Minas de Riotinto, donde me convertí en una trabajadora incansable, arrastrando pesados vagones de mineral cobrizo. Como en aquella época dorada del ferrocarril éramos tantas y de tantos tipos, en vez de bautizarnos a cada una con nuestros nombres de pila, pintaron números blancos sobre nuestros vientres negros, para podernos distinguir, de modo que esos números se quedaron grabados para siempre en los libros de historia de la minería onubense.

En mi larga vida de casi un siglo al servicio de patronos ingleses y españoles, siempre tuve un rendimiento magnífico y siempre fui considerada como una de las locomotoras de vapor más polivalentes de La Compañía. Además, tuve la suerte de que mis acerados huesos no sufrieron nunca ninguna enfermedad importante, sólo fui ingresada un par de veces con heridas leves en los Talleres Mina, pero afortunadamente volví al trabajo en poco tiempo.

A mediados de los años setenta, harta ya de transportar vagones, y faltándome apenas unos ocho años para cumplir el siglo, mi estómago se fue enfriando lentamente y dejé de vomitar humo por mi esbelta chimenea. La Empresa argumentó que éramos ya demasiado viejas y que además no le resultábamos rentables. Posteriormente, me trasladaron a una vía muerta que había en los alrededores de la vieja Fundición y me abandonaron allí, a la espera de que unos hombres armados con sopletes trocearan despiadadamente mis huesos y luego los vendieran a precio de chatarra. Sentía vértigos, cada vez que veía acercarse el fuego azulado del soplete, y estaba convencida que solo un milagro podía salvarme de aquel abominable crimen.

Mientras el malvado soplete empezó a aniquilar sin compasión a algunas de mis compañeras, hubo un hombre anónimo que se dedicó a escribir en nuestros vientres las palabras NO CORTAR, con letras muy mal escritas y a modo de emergencia. Los devoradores de chatarra, cuando vieron estas frases pintadas en los flancos de las locomotoras muertas, apagaron sus sopletes y terminaron su trabajo. Y yo me pregunté, entonces, sorprendida: ¿Qué habrá pasado, para que me perdonen la vida?. Lo que sucedió fue que una empresa denominada Industrias López Soriano, S.A. (de Zaragoza) se mostró interesada por comprar, a precio de chatarra, todas las locomotoras salvadas del soplete, incluida yo.

A raíz de esta milagrosa salvación, me enviaron a Zaragoza, a un cementerio industrial donde descansan numerosas locomotoras de vapor hermanas mías y también de toda España. Y aunque el paso de los años ha ido pudriendo lentamente mis ennegrecidos huesos, todavía tengo la esperanza de que alguna persona con poderes administrativos y políticos me compre para devolverme a la que fue mi casa de toda la vida: a las Minas de Riotinto. ¡Y ojalá pueda pasar el resto de mis días como pieza de museo en alguna plaza pública, cual testigo mudo de la época dorada de la minería del cobre!.

No hay comentarios:

Publicar un comentario