sábado, 18 de junio de 2011

YO FUI UN NIÑO DE LA VÍA GENERAL (21). Por Nicolás Chaparro González

LOS FALLECIMIENTOS
Con los fallecimientos naturales y no naturales en la Vía General, se producían mayores problemas que en los casos de enfermedad ya que, cuando se producían. El primer problema que se daba era conseguir el certificado de defunción, documento imprescindible para continuar con los trámites de su enterramiento. El médico con residencia en la aldea de La Dehesa de Riotinto, ya por este motivo se producía un retraso considerable en días laborables, por la espera del médico podían ser en el mejor de los casos 8 o 9 horas, si se producía en día Festivo o Domingo por la incomunicación al estar todas las estaciones desconectadas, había que esperar a contactar con el médico al día siguiente.
Una vez conseguido el certificado de defunción, un familiar se desplazaba al juzgado correspondiente del término municipal donde se había producido el fallecimiento a pie, En el caso de la estación de Manantiales, casas de María Antonia y el Cascajal, corresponde al término municipal de Paterna del Campo y entre ida y vuelta 26 kilómetros aproximadamente. El túnel de Salomón, Cortecilla y puente de Manantiales, corresponden al municipio de Niebla, que entre ida y vuelta supone unos 42, 44 ó 48 kilómetros, según donde se producía el fallecimiento.
En el caso correspondiente al término de Niebla, la medida que se tomaba, era transportar el difunto una vez conseguido el certificado de defunción desde Riotinto y mediante un tren, previamente con autorización de la Empresa, para allí terminar los trámites correspondientes para su enterramiento.


En el caso de Pipero kilómetro 43.200, Pataleta kilómetro 40, y Gadea kilómetro 38, corresponde al término municipal de La Palma del Condado, también el médico de cabecera pertenecía al mismo municipio.
En la Guilosa kilómetro 37, en La Torre kilómetro 36, en Juan Muñoz kilómetro 35 y la Lavadera kilómetro 34, su término municipal pertenece a Villarrasa, como también el médico de cabecera.
Las Cañas kilómetro 56, Pasada las Cañas kilómetro 55, y Robladito kilómetro 58, corresponde al término municipal de Berrocal y su distancia con el Juzgado entendiendo la ida y vuelta es de 19.500, 23.500, y 15.500, kilómetros respectivamente.
La estación de Berrocal kilómetro 65.700, caserío El Manzano kilómetro 63.480, la Picota kilómetro 68, Caño Ronco kilómetro 69, Cachán kilómetro 70 y Los Frailes, corresponden a Zalamea la Real, el médico de cabecera el del pueblo de Berrocal.
Estación de Jaramar kilómetro 74, corresponde al término municipal de Campillo, el médico de cabecera el de la Vía General.

Los enterramientos, se efectuaban en los municipios siguientes.
El de el túnel de Salomón, Cortecilla, puente de Manantiales, estación de Manantiales y casillas de Maria Antonia, en Niebla, la forma de traslado, en tren con la correspondiente autorización de la Empresa, si era necesario un día festivo, la única forma era en una Zorrilla de tracción humana hasta su destino final y que suponía 42, 44 y 48 kilómetros entre ida y regreso, o esperar al día siguiente con lo que suponía la posible descomposición del cadáver. En la época a la que me estoy refiriendo, es por todo conocido la no existencia de cámaras frigoríficas para el mantenimiento de los cuerpos y mucho menos en la vía general donde se carecía de energía eléctrica, por lo tanto no se podía esperar mucho tiempo.

A todo esto hay que añadir, que en la época a la que me estoy refiriendo, los Juzgados se oponían a que los enterramientos se efectuaran en municipios distintos al que se producían y si accedían por razones perfectamente justificadas y humanas, había que pagar por cada municipio que pisaba el cadáver.
En el caso del túnel Salomón, Cortecilla, puente de Manantiales, estación de Manantiales y casillas de Maria Antonia, había que pisar los municipios de Paterna del Campo, La Palma del Condado, Villarrasa y Niebla. La Empresa en estos casos, a lo único que contribuía, era a autorizar el transporte del cadáver en un tren a Niebla, siempre que se dieran en días laborables, en días festivos se desentendía totalmente de cualquier problema para ayudar a los familiares.
A la Palma del Condado, correspondía El Cascajal, Pipero y Pataleta, estos tenían que ser trasladados en caballería ya que, no disponían de otros medios para llevarlos a la Palma del Condado.


Los de Gadea, que corresponden a La Palma del Condado también, estos podían trasladarse por carretera dado la proximidad real de la misma.
A Villarrasa, correspondía La Guilosa, La Torre, Juan Muñoz y La Lavadera, también tenían que ser trasladados con caballerías.
A Berrocal correspondía La Pasada de Las Cañas, estación de Las Cañas, Robladito, túnel El Manzano, estas familias tenían parecidos problemas que en Manantiales.
A Zalamea la Real correspondía, la estación de Berrocal, La Picota, Caño Ronco, Cachan, estación de Los Frailes, estas personas por ser hijos de Berrocal en su totalidad y la cercanía con el pueblo, los problemas se le suavizaban bastante ya que, al enfermar grave, se desplazaban a sus segundas viviendas en Berrocal y estaban asistidos por su médico de cabecera del pueblo.
A La Naya, los de la estación de Jaramar, trasladados en tren.

En la época que se describen los problemas, no existía nadie de la Vía General con seguros de defunción, todos los trámites tenían que ser realizados por sus propios familiares y con el único medio de transporte que el de a pie.
Después de lo acontecido y vivido en la Vía General, que en realidad tiene un carácter muy negativo, para su población en general.
Hay un hecho que puede parecer contradictorio y es, que a pesar de lo negativo de vivir en la vía general, se producía un interés en la Cuenca minera de trabajar y vivir en esta zona.
Por lo contradictorio que parezca, así se producía y es que no solo se producía, sino que además, había listas de espera de personal solicitando trabajar y vivir en la Vía General.
La población de la cuenca minera que prácticamente toda estaba dedicada a las distintas labores de la Mina, hasta los años 1.955 a 1.960, no empezó a respirar de la situación económica que padecían y que en muchas ocasiones, había familias que se encontraban con situaciones de supervivencia y otras bastante por la parte baja de la supervivencia. Esto le llevaba en muchas ocasiones, a una completa desesperación y sin ver la luz verde al final del camino.
Los trabajadores industriales, eran los más pobres, debido a los muy bajos salarios que tenían y que solo alcanzaban un nivel económico y de supervivencia muy bajo.


Era impresionante y muy triste a la vez, ver a muchos menores y también mayores, viajar escondidos entre los hierros de los vagones de los trenes procedente de la cuenca minera, dirigiéndose hacia tierras de entre Gadea y Niebla, para poder robar un poco de uva y otras frutas, comer y llevar algo a sus familias. Estas personas con experiencia cero en manejarse y bajarse de los trenes en movimiento ya que, los trenes pasaban por la estación de Gadea sin parar, por tratarse de una estación de paso, se tiraban del tren con una velocidad de entre 45 y 50 kilómetros por hora, algunos con alguna experiencia, se mantenían en el tren hasta llegar a la única pendiente existente en el ferrocarril, sentido Rio tinto – Huelva, entre los kilómetros 36 y 35, donde por razones lógicas, el tren reducía su velocidad y aprovechaban para apearse en mejores condiciones.


Por este motivo, sufrían muchos accidentes, algunos graves y en ocasiones muy graves, costándoles en bastantes ocasiones, lesiones imposible de reparar y superar
La situación en la cuenca minera, era de tal envergadura y extrema, que entre los años 1.940, y 1.950, no fueron pocos los operarios recogidos camino de sus trabajos, muertos por inanición.
Todo esto explica, aclara y justifica, el deseo de muchas familias de la cuenca minera, de trabajar y vivir en la vía general.

En esta zona de la Vía General, después de todo tipo de problemas que padecíamos las familias residentes. Había una posibilidad de construirse, un huerto, hacer carbón vegetal y leña para el consumo domestico y también para vender, sin tener que comprarlo, poseer algunos animales, como gallinas, cerdos, cabras, conejos, palomos, que aportaban a paliar un poco, parte de la alimentación de la familia y el que podía y tenia posibilidad de dedicar un poco de tiempo, tenia ocasión de practicar la caza menor, furtiva por supuesto.
Esto daba un alivio alimenticio importante a las familias. Independientemente de otras muchas carencias, que sufríamos las familias que tradicionalmente vivíamos y trabajamos en la Vía General.

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