viernes, 25 de abril de 2008

EL RIO TINTO EN LA REVISTA " MUY INTERESANTE "


En los años 80 se puso en marcha un proyecto de investigación europeo en biometría sobre el uso de microorganismos lixiviadores –capaces de separar sustancias por disolución- para extraer metales. De este modo comenzó el estudio sistemático de la ecología microbiana del río Tinto. “La primera en estudiarlo fue Ana Isabel López Archilla, una ecóloga convencida de que aquella situación había que remediarla”, comenta su director de tesis Ricardo Amils, catedrático de Microbiología de la Universidad Autónoma de Madrid e investigador senior del Centro de Astrobiología. Aunque quizás sea más conocido como “el hombre del río Tinto”.
Esa era la postura de los científicos cuando comenzaron a trabajar: la acidez de las aguas, causada por los sulfatos, y su alto contenido en hierro, que da al río u color y su nombre, eran debidos a la intensa explotación minera que se ha dado en la zona ininterrumpidamente desde hace 5.000 años. No es de extrañar: la Faja Pirítica Ibérica, producto del choque de dos continentes, es una de las zonas más ricas en metales del mundo.

• Un ecosistema único de 100 kilómetros de longitud.
Lo que hace a esta zona de Huelva un lugar especial en el mundo no es la existencia de aguas ácidas –los fenicios llamaban al río “Urbero”, que significa “el que quema”- y su elevada concentración de metales pesados, esencialmente hierro –hasta 20 gramos por litro-. “La microbiología del río no es ni mucho menos única –afirma Amils-. Se encuentra en todas las minas metálicas del mundo en donde se forman riachuelos o lagunas de aguas ácidas. Lo que le hace único son sus 100km de longitud”. Es decir, lo atípico es su tamaño.

• Los comepiedras han acidificado sus aguas.

La sorpresa que guardaba el río en su interior era doble. Por un lado, su contaminación no era producto de la actividad industrial, sino de la propia vida: “entre otras cosas, hemos encontrado sedimentos de más de un millón de años similares a los que se forman ahora”. La segunda novedad fue descubrir que en semejante ambiente extremo no sólo se encontraban las clásicas bacterias comepiedras de las especies. Lo asombroso es que estos microorganismos constituyen sólo el 1% de la diversidad biológica del río. “Un estudio sistemático nos reveló la profunda variedad de la vida que allí existe: filamentos de algas, más de 1200 tipos de hongos…”, explica Amils. “¡El 65% de la biomasa del río es debido a algas fotosintéticas! –comenta-. Nadie se esperaba algo así en un ambiente como este”.
Pero no sólo existen en este peculiar río. Estos organismos eucariotas –células con núcleo- son parecidos a los existentes en otros ambientes cercanos y neutros como el Guadiana o el Guadalquivir. ¿Por qué están en el río Tinto? ¿Qué ventaja para su supervivencia puede tener vivir ahí? Nadie lo sabe, aunque Amils aventura una respuesta: en el río debe haber un componente apetecible, y ese es el hierro. “Debemos recordar que los seres vivos nos pegamos por este elemento. Los patógenos, por ejemplo, buscan el hierro de nuestros cuerpos”.
Ya tenemos en juego el sustrato de todo lo que sucede en el río. Por un lado, en el subsuelo hay grandes cantidades de pirita, un mineral compuesto principalmente por azufre y hierro. Por otra parte, hace varios millones de años se instalaron allí microorganismos que obtienen la energía necesaria para vivir sin necesidad de luz solar ni de otros seres vivos de los que alimentarse, ya que son quimilitoautótrofos –les basta con oxidar compuestos inorgánicos formados por azufre y hierro-.

• El hierro está en la base de toda su cadena trófica.

Así, las bacterias oxidan la pirita y se generan iones férricos que se disuelven y dan su color rojizo al río. El ión férrico es capaz de oxidar el azufre de la pirita, produciendo ácido sulfúrico, lo cual acidifica el río. Esto tiene un efecto amplificados; pues el agua ácida facilita a su vez que el hierro se disuelva más. “Nos encontramos con un sistema gobernado por el hierro; mientras unos microorganismos lo oxidan, otros lo reducen”. El ciclo se mantiene así desde hace millones de años, aunque el metabolismo que lo sustenta posiblemente sea de los más antiguos de la Tierra.
El descubrimiento en Marte de minerales de hierro, como la jarosita, ha hecho que la NASA pusiera sus ojos en este paisaje natural protegido de la provincia de Huelva. “La jarosita es un sulfato de hierro que se crean en condiciones ácidas, lo que implica que en el Tinto se produce una mineralogía muy parecida a la de Marte”.

• Al igual que Marte, tiene metano en el subsuelo.

No sólo eso. El grupo de Amils acaba de descubrir metano en el subsuelo. “Esto es importantísimo. De hecho, al principio los planetólogos decían que en Marte no podía haber metano, y ahí lo tenemos”. La metanogénesis de río Tinto es debida a la microbiología del subsuelo. “Acabamos de tener acceso al reactor subterráneo, pero todavía queda mucho por hacer”, añade, emocionado. No es para menos: llegar hasta allí y obtener muestras no contaminadas por los microorganismos del exterior transportados por la perforadora ha sido extremadamente complicado. Ahora queda algo no menos difícil: entender por completo el mecanismo de generación.
El proceso de extracción de testigos del río Tinto ha servido, además, de campo de pruebas para la futura y esperada misión marciana que perfore y traiga a casa rocas del subsuelo. “Usando bromuro de sodio disuelto en el agua de perforación como marcador somos capaces de saber si la muestra ha sido contaminada: si aparece en los análisis, es que ha habido contacto con el agua de perforación”.
Amils también apunta a los microorganismos del río Tinto como los herederos de uno de los primeros metabolismos que aparecieron en nuestro planeta, verdaderos comepiedras. “La vida tenía que usar lo que tenía más a mano, y eso era las rocas que la rodeaban. No es descabellado suponer que lo primero que apareciese fuera la respiración anaerobia de minerales”. Para el microbiólogo, entender el origen de la vida para por “fijarse en los ciclos que funcionan, y a esto, en biología, no se da la importancia que tiene”.



Miguel Ángel Sabadell.
Revista Muy Interesante.
Abril de 2008.

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