miércoles, 23 de enero de 2013

EL FARO

El que este blog se llame EL ATICO no es una casualidad. Como sabeis, tambien fue el nombre de uno de los programas que realizaba en Riotinto Radio; y es que siempre soñé con vivir en un cómodo y hermoso ático.
 
Pero no fue este el único sueño de niño y de joven; bueno y de ahora mismo, porque no decirlo. Muchas veces me encerraba en mi mismo, queriendo disfrutar de mi soledad; y en esas ocasiones soñaba con vivir en algún hermoso y lejano faro. ¿Te lo imaginas?...
 
No se verdaderamente que es lo que me atrae de esos faros. Quizás sea el que son una luz que guía y muestra el camino; o esa fortaleza que tienen al soportar las embestidas de un mar embravecido… Quizás sea ese halo de misterio que tienen; o esa especie de romanticismo que los envuelve… No sé, amig@, lo cierto es que me gustan y me transmiten…

Creo que los faros existen porque orientan a los barcos en la oscuridad y los mantienen a salvo evitando que choquen contra las rocas, imagina que te encuentras con una tormenta en el mar y hay olas que no dejan de golpearte, hasta el punto que crees que ya no vas a poder volver a tierra y que corres el serio peligro de romperte en mil pedazos y hundirte en el agua hasta el fondo… hasta que divisas una luz… al fin y al cabo es la luz la que nos orienta, la que orienta nuestro mundo.
 
Y al decir luz me refiero a las razones de cada cual, por ejemplo, la familia, los hijos, la pareja, los amigos, la religión, etc, etc… Al fin y al cabo, esa es LA VIDA; hacer y surcar un camino, nuestro camino; ese que a veces (muchas) no suele ser fácil… y es esta vida la que tantas veces nos golpea hasta el punto de que parece que no veremos una salida. Pero siempre, siempre, acaba apareciendo la luz que nuestro faro particular; ese que creíamos que no existía y que era fruto de nuestra imaginación… En fin, no sé porque…pero me gustan los faros…


SOLILOQUIO DEL FARERO ( LUIS CERNUDA ):

Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...
De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en tí, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en tí los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.
Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.
Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en tí misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y ergido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aun cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.
Tú, verdad solitaria,
transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?
Por ti, mi soledad, los busqué un día;
en ti, mi soledad, los amo ahora.

 

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