sábado, 15 de octubre de 2011

LA HISTORIA DEL VIOLINISTA EN EL METRO.

Conocí esta historia hace algún tiempo a través de un video de YOUTUBE. No sé porqué no la he traído a El Ático antes; pero bueno, lo hago ahora, que nunca es tarde…
En cierta ocasión dijo John Lennon que “La vida es aquello que pasa mientras estamos ocupados haciendo otras cosas”, y estas palabras adquieren más valor si cabe al conocer y ver esta historia verídica que nos puede hacer recapacitar a todos sobre el ritmo y el sentido de nuestras Vidas:

Viernes, 12 de enero de 2007, una fría mañana y hora punta en una estación de metro en Washington.
Un hombre blanco vestido con vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol, saca un violín y durante 43’ interpreta piezas clásicas de Bach.
En este tiempo, sólo 7 personas se detuvieron y otras 20 dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dólares. Cuando terminó de tocar y se hizo silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos colectivos, ni reconocimientos.




El violinista desconocido y con poco éxito es este:


Joshua Bell (EEUU, 1967) es uno de los mejores intérpretes del mundo, y entre sus muchos éxitos destaca que interpretó la banda sonora de la película El violín rojo, que fue galardonada con un oscar.
Esa mañana en Washington tocaba un Stradivarius del siglo XVIII valorado en 3,5 millones de dólares, y tres días antes había llenado el Boston Symphony Hall, a 100 euros la butaca.
No había caído en desgracia, sino que estaba protagonizando un experimento social promovido por el diario The Washington Post sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas. Los objetivos eran descubrir lo siguiente: en un ambiente banal y a una hora inconveniente
Según los pronósticos de expertos como Leonard Slatkin, director de la Orquesta Sinfónica Nacional de EEUU, el músico debería recaudar unos 150 dólares, de 1.000 personas, unas 35 se detendrían haciendo un corrillo, absortas por la belleza y unas 100 echarían dinero.
Los resultados finales fueron muy muy inferiores y lo curioso es que los individuos que más apreciaron el arte fueron un rockero y niños.



La persona que se paró más tiempo a escucharle, 7’, fue un treintañero funcionario del Departamento de Energía de EEUU que la única música clásica que conocía eran los “clásicos del rock”, pero que posteriormente declaró lo siguiente: “fuera lo que fuera lo que estaba tocando el virtuoso, me hacía sentir en paz“.

Y quienes más atención prestaron fueron NIÑOS PEQUEÑOS. Uno de 3 años se plantó delante del músico pero su madre le impidió disfrutar de la música y lo arrastraba aunque el niño seguía mirando con la cabeza girada. Eso ocurrió con más niños y todos los padres, sin excepción, los forzaron a seguir la marcha.

1. ¿Qué aprendió el violinista? Humildad. Estas son sus palabras:
“Era una sensación extraña, la gente me estaba… ignorando. Habitualmente me molesta que la gente tosa en mis recitales, o que suene un teléfono móvil; sin embargo, en la estación de metro me sentía extrañamente agradecido cuando alguien me tiraba a la funda del violín unos centavos”.

2. ¿Qué aprendieron los expertos?
Su generosa conclusión es: “que el contexto importa, y que una estación de metro en hora punta no permite que la gente aprecie la belleza”.

3. ¿Qué podemos aprender nosotros? Varias cosas.
Que los niños son nuestros mejores maestros y que deberíamos hacer más caso a su sabiduría y bondad innata porque están exentos de prejuicios. Ellos no veían a un músico callejero “pobre y fracasado” sino a un artista que regala felicidad y altas vibraciones, y no les importa el tiempo y los compromisos sino el aquí y ahora.

Y sobre todo, la gran lección es:
Si no tenemos un instante para detenernos a escuchar
a uno de los mejores músicos interpretar la mejor música escrita,
¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?

ATENCION: Texto y fotos sacadas de Internet, si te reconoces como autor de alguno de ellos, comunicalo para hacerlo constar.

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