jueves, 5 de mayo de 2011

YO FUI UN NIÑO DE LA VÍA GENERAL (18). Por Nicolás Chaparro González

LOS SERVICIOS MÉDICOS:
Con la asistencia médica para la población de la Vía General, no pasaba por mejores situaciones ya que, el médico de la Seguridad Social, con residencia en Riotinto Pueblo o la Aldea de La Dehesa, según las ocasiones. Tenía también algunas Aldeas a su cargo, como La Dehesa, La Atalaya, Estación de Riotinto Estación, La Naya, Las Delgadas, Monte Sorromero, además de la Vía General hasta la estación Manantiales.
Esto suponía que tenía que atender un día en la semana a cada sitio, más las correspondientes urgencias.
En la Vía General, correspondían las visitas médicas los miércoles.
El médico viajaba en un tren mixto, que circulaba todos los Miércoles llamado, El Economato ya que, este día realizaba varias funciones entre Rio tinto Estación y Las Mallas.




Se componía el tren de una locomotora tipo I, que permutaba con la de la misma clase situada en Las Mallas, ocupada diariamente en las labores de las maniobras necesarias, como atender el servicio del trasbordo de Piritas a RENFE para el mercado Nacional, la extracción de sílice en el Kilómetro 25, la extracción de Caliza en el kilómetro 28 y atender a las correspondientes formaciones de trenes en la propia estación.
Atendía a las distintas operaciones correspondientes que se producían en el trayecto entre Rio tinto Estación y Las Mallas.
Suministro de traviesas y carriles necesarios, materiales para la conservación de muros de contención y viviendas, suministro y descarga de balasto para el relleno y seguridad de la vía.
A este tren se le acoplaba un furgón con comestibles, facilitados por la Sucursal de Almacén nº 2, situado en La Naya,para su distribución a los operarios que previamente lo solicitaban. También se le acoplaba un coche de viajeros con dos departamentos, uno lo ocupaba el médico y otro el pagador. Este último se ocupaba de abonar anticipos y cobros de las nóminas del personal con residencia en la Vía General.



Las consultas médicas las realizaba en el siguiente departamento asignado al efecto. Acudían las esposas de los operarios a comentarle las situaciones propias y de sus familiares y este recetaba solo con la información facilitada, sin visitar y menos explorar al enfermo.
Las visitas solo se realizaban en las estaciones, durante la parada que este tren realizaba para repostar agua y otras pequeñas operaciones, nunca pasaba de 30 minutos y las familias que sus residencias no se encontraba en la estación, se tenían que desplazar a la misma
Este médico, después de tener a su cargo los puntos ya mencionados, tenía asignadas las urgencias a los mismos. En estas situaciones los problemas se complicaban extremadamente ya que, por el aislamiento al que estaban sometidas las familias, los problemas para localizar al médico y conseguir que se desplazara al punto correspondiente, no invitaba al optimismo ya que, podían pasar entre 12 y 14 horas en el mejor de los casos.
En un porcentaje bastante alto nunca aparecía, refugiándose en ocasiones, no estar disponible por razones de estar ocupado en otra localidad incomunicada como podría ser Las Delgadas o Monte Sorromero, sin comunicación telefónica.



Comentaré algunos casos de gravedad a los cuales no asistió el médico. En la casa del túnel Salomón, se cayó un chico de corta edad, del muro entre la casa y el río de unos 10 metros de altura, la madre sola y con 4 hijos más pequeños, con la estación más próxima la de Manantiales a 4 kilómetros de distancia, su marido en el trabajo y sin posibilidades de comunicarse con él. Puede suponerse el drama de esta señora ante semejante problema, a la impotencia y desesperación a la cual se vio sometida.
Afortunadamente el pequeño se recuperó de la caída y no le pasó nada.
Para poderse comunicar con su esposo, que podía encontrarse entre uno y ocho kilómetros de su hogar por razones de trabajo y poderle dar a conocer la situación, solo había un medio, que podía darse o no, y es que pasara un tren con dirección al puesto de trabajo del marido, dándole un papel al personal del tren y a su paso se lo entregase. Esto podía darse o no ya que, si se daba la ocasión, podían pasar varias horas o los trenes circulaban en sentido contrario y no podérselo comunicar por esta razón.



Como puede observarse, los problemas que padecían muchas familias en la Vía General, no solo eran la ausencia del servicio médico, a ello hay que agregar, en primer lugar, el problema que suponía en muchas ocasiones ante un hecho grave, era el desplazamiento a la estación más inmediata para poder cursar un telegrama al médico.
En la estación de Manantiales, un pequeño de corta edad cuando se encontraba jugando, se cayó de una trinchera quedando inconsciente y con una pequeña hemorragia por un oído, tampoco acudió el médico. Teniéndolo que trasladar al día siguiente en tren a Huelva, sin haber recuperado la conciencia. Al final después de una semana ingresado en el Hospital Manuel Lóis de Huelva, se recuperó, quedándole secuelas de audición en el oído por el cual sangró.
Como los casos con anterioridad mencionados, se dieron muchos a lo largo de la historia y no menos graves y como consecuencia de las reiterativas tardanzas del médico entre 12 y 14 horas e incluso al día siguiente. Los síntomas o dolencias habían mejorado o desaparecido, por lo que se trataron casos de distintas formas a las verdaderas.
Caso como una apendicitis, que fue tratada como problemas digestivos durante cuatro ocasiones y a la quinta vez, se descubrió la verdadera enfermedad. La suerte de este paciente fue que se trataba de una apendicitis crónica, de lo contrario la situación a la tercera repetición, con toda posibilidad habría sido la muerte.



Cólicos nefríticos y hepáticos, sin ser atendidos y sin el más mínimo tratamiento por ausencia del médico. Picaduras de escorpiones y víboras, sin ser atendidos con los antídotos correspondientes, por falta de poder contactar con el servicio médico.
Como el caso de una pequeña de corta edad en Cortecilla, que empezó aparecerle una infección en un ojo y puesto tratamiento por el médico, la situación no mejoraba, todo lo contrario, empeoraba a una velocidad grande, hasta tal punto que la familia ya no contaba que la pequeña consiguiera salvar el ojo. Un día una vecina que se brindó a lavarle y curarle el ojo, observó que tenía un cereal introducido en el parpado inferior, el cual le provocaba la infección. Así era la asistencia médica de las personas de la Vía General.

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