Se supone que una de las ventajas de conservar amigos, cuando ya se es mayor, estriba en valorar el contenido de la frase que reza: “!Qué bien,¡..aún se acuerdan de uno¡”.
Pienso, nunca será suficiente el agradecimiento, cuando se produce una mención referida al recuerdo, por pequeña que sea, multiplicando la gratitud cuando, también, le acompañan imágenes gráficas semejantes a otras tantas, que uno celosamente conserva
Sólo con visualizarlas, sobran palabras. Pero imposible prescindir de la reflexión
Y es que, al recibir una preciosa fotografía, por deferencia de un amigo apasionado de ese arte, aflora o reverdece al contemplarla, la memoria de largas horas recreadas sobre un colorido paisaje, tan familiar a nosotros, la gente de Rio Tinto, aunque difuminado en la lejanía.
Aclaro que hablo de Corta Atalaya.
Diversos y encontrados sentimientos se mezclan en la repetida contemplación de esa reciente “toma” que me regalan, al compararla con una de (73 x 25) que luce en la habitación donde suelo emborronar papeles y, de veras que, acusadas diferencias noto.
Quizás esté desacertada la comparación pero, ésta última, con sus tonos en blanco y negro, -(colores pelín fúnebres)- tanta vida captó y hasta, en su mutismo, se enorgullece exhibiendo ante la otra más joven y moderna fotografía, la curvatura de su espiral bancada, seca, soportando el recorrido de trenes y excavadoras, observados en gran parte, desde el caserío de la barriada de Atalaya, granero de brazos que mayoritariamente cavaron la oquedad de su estructura para, finalmente, diagnosticarle el padecimiento de una larga y triste agonía.
Es la impresión que da, aún siendo el mismo “cuerpo”, estar dividido por salomónico juicio que delimita la parte que fue y la que será. Tal parecen ambas fotografías.
No sé si por el ilimitado amor hacia la que desde antiguo poseo, uno se inclina por asumir el precoz término, (¿) que ella emplea, alineándose, (tal vez idealizando lo que representó su tiempo) con ella y lamentando lo que el presente pronostica
Pavor da la inundación de esa mina y, es difícil olvidar que no solamente con tierra se sepultan amores, sino también, en las profundidades de las aguas se finiquitaron incontables tesoros que al discurrir de los años tuvieron imprevisibles consecuencias.
¡Admirada Corta,…Sin par monumento al sufrido y duro trabajo¡ No estoy seguro nos hayamos comportado contigo de la forma que mereces como para tenerte ya, medio sepultada en negruzcas aguas y, por mi parte,¡te juro¡ anhelaría tornases a ser, despreciando cualquier otro colorido, el blanco y negro como siempre te recuerdo y , estás presente, en la soledad de mi habitación.
P.Real.-
NOTA:
Las fotos incluidas en este post no son las referidas por Pedro en su escrito, pero se incluyen para demostrar y hacer ver el cambio de estado de Corta Atalaya.
Pienso, nunca será suficiente el agradecimiento, cuando se produce una mención referida al recuerdo, por pequeña que sea, multiplicando la gratitud cuando, también, le acompañan imágenes gráficas semejantes a otras tantas, que uno celosamente conserva
Sólo con visualizarlas, sobran palabras. Pero imposible prescindir de la reflexión
Y es que, al recibir una preciosa fotografía, por deferencia de un amigo apasionado de ese arte, aflora o reverdece al contemplarla, la memoria de largas horas recreadas sobre un colorido paisaje, tan familiar a nosotros, la gente de Rio Tinto, aunque difuminado en la lejanía.
Aclaro que hablo de Corta Atalaya.
Diversos y encontrados sentimientos se mezclan en la repetida contemplación de esa reciente “toma” que me regalan, al compararla con una de (73 x 25) que luce en la habitación donde suelo emborronar papeles y, de veras que, acusadas diferencias noto.
Quizás esté desacertada la comparación pero, ésta última, con sus tonos en blanco y negro, -(colores pelín fúnebres)- tanta vida captó y hasta, en su mutismo, se enorgullece exhibiendo ante la otra más joven y moderna fotografía, la curvatura de su espiral bancada, seca, soportando el recorrido de trenes y excavadoras, observados en gran parte, desde el caserío de la barriada de Atalaya, granero de brazos que mayoritariamente cavaron la oquedad de su estructura para, finalmente, diagnosticarle el padecimiento de una larga y triste agonía.
Es la impresión que da, aún siendo el mismo “cuerpo”, estar dividido por salomónico juicio que delimita la parte que fue y la que será. Tal parecen ambas fotografías.
No sé si por el ilimitado amor hacia la que desde antiguo poseo, uno se inclina por asumir el precoz término, (¿) que ella emplea, alineándose, (tal vez idealizando lo que representó su tiempo) con ella y lamentando lo que el presente pronostica
Pavor da la inundación de esa mina y, es difícil olvidar que no solamente con tierra se sepultan amores, sino también, en las profundidades de las aguas se finiquitaron incontables tesoros que al discurrir de los años tuvieron imprevisibles consecuencias.
¡Admirada Corta,…Sin par monumento al sufrido y duro trabajo¡ No estoy seguro nos hayamos comportado contigo de la forma que mereces como para tenerte ya, medio sepultada en negruzcas aguas y, por mi parte,¡te juro¡ anhelaría tornases a ser, despreciando cualquier otro colorido, el blanco y negro como siempre te recuerdo y , estás presente, en la soledad de mi habitación.
P.Real.-
NOTA:
Las fotos incluidas en este post no son las referidas por Pedro en su escrito, pero se incluyen para demostrar y hacer ver el cambio de estado de Corta Atalaya.
¡Bravo Pedro!
ResponderEliminarSoy de los que piensan que ver inundada Corta Atalaya es semejante a que los parisinos hubiesen dejado oxidarse a su Torre Eiffel.
Triste artículo que nos recuerda como nos rasgamos las vestiduras hablando y presumiendo de Riotinto, mientras lo dejamos morir.
Un saludo.