Se avecina otra vez, con su novedad maravillosa, la Navidad; una fiesta que se celebra en casi todas partes; también en lugares donde apenas se conoce a Cristo. Para muchos y causa pena, se limita a una ocasión de hacer y recibir regalos, de tomarse unos días de descanso, o, sencillamente, de pasar unos días de fiesta sin darle un sentido a lo que se celebra. Los que hemos recibido el don de la fe, conocemos el verdadero significado de esta celebración: cada Navidad ha de ser para nosotros un nuevo especial encuentro con Dios, dejando que su luz y su gracia entren hasta el fondo de nuestra alma
En ocasiones, a la vista de las penas y desgracias que afectan a gran parte de la humanidad, pero en esta ocasión nos centramos en las que están pasando muchas familias de nuestra Cuenca Minera, podría insinuarse en el alma la tentación de la tristeza, del pesimismo, o al menos del desánimo. Hay muchas situaciones de violencia y de injusticia que es preciso remediar; son muchas las personas cercanas que carecen de lo más necesario para llevar una vida humana digna. Y, sobre todo, ¡hay tanta falta de amor en los corazones, tanto olvido de Dios, tantos egoísmos más o menos encubiertos! Nada de esto, sin embargo, debe apabullarnos. Al contrario, ha de impulsarnos a redoblar los esfuerzos, para sembrar con más abundancia la caridad en las relaciones humanas.
Desearía con todo mi cariño poder decir a todos sin excepción, FELIZ NAVIDAD, pero reconozco que en Riotinto, hoy por hoy estas dos palabras suenan a chino mientras no se ablanden los corazones de los que tienen en sus manos el poder de quitar las inquietudes, saldar las nóminas y evitar el sufrimiento de tantas criaturas que sin darnos cuenta las tenemos muy cerca de nosotros.
Estas dos bonitas palabras, las cambio por ÁNIMO QUERIDAS FAMILIAS y luchar con fuerza para vencer a los poderosos y que de una vez por todas consigáis lo que os pertenece.
Mis saludos, un fuerte abrazo y ¿?…… NAVIDAD
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