Sea por un despiste mio, o por estos duendes ciberneticos; el caso es que el Maestro Carocalo me vuelve a enviar este ariculo reflexion sobre el Martes Santo. En un principio fue mandado en su fecha, pero como os digo, o no lo vi o se extravio en el ciber espacio. No obstante, no me resigno a dejarlo en el tintero hasta el año que viene y lo traigo a El Atico aunque haya pasado la fecha. Un saludo y bienvenidos a el Rincon de Carocalo:
En la tarde del martes Santo, los riotinteños y riotinteñas sacan a la calle a la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo en Estación de Penitencia.
Si con devoción le miramos a la cara, observaremos que desde su cautividad nos está diciendo lo que nos cuenta el evangelio de San Lucas: Jesús , dirigiéndose a todos (es importante estas palabras “a todos”) dice: El que quiera seguirme…. Cargue con su cruz de cada día y se venga, conmigo.
¿Nos invita Jesús a amar la cruz? No creo que Jesús quiera ser, a la manera de un faquir, un propagador de las cosas tristes y dolorosas. Más que a la cruz los cristianos amamos a Cristo crucificado.
Pero de todas formas, aunque Él no pretende amargarnos la vida, Él sabe que a cada paso nos encontramos con la cruz. Él la llama “la cruz de cada día”
Es inevitable, porque la vida es así. Querer hacer de nuestra vida una andadura fecunda, es tener que comenzar a hacer el presupuesto de esforzarnos en hacer lo que nos cuesta. El que solo busca cada día darse gusto, esquivando toda negación, está abocado al fracaso y terminará haciendo lo que es dañino.
Jesús nos invita desde su cautiverio a tomar la cruz.
La cruz nuestra, a veces, nos llega, como resultado a nuestras imperfecciones. No porque Dios nos está castigando a cada paso. Es que la naturaleza no perdona: ¿la soledad y el desamor no suelen estar originados por una actitud de egoísmo?
Otras veces nos la proporciona la vida humana que es imperfecta: la enfermedad, la desgracia, la falta de medios para ganar el pan de nuestros hijos, el fracaso , que más tarde o temprano nos llega. Puede ser que mi cruz sea bendita, porque es el tanto por ciento de mi trabajo. O una cruz de más quilates: la que yo mismo, como seguidor y discípulo de ese Cautivo que va a ser crucificado, atraiga voluntariamente sobre mí, negándome a algunos gustos y comodidades corporales para compartir con los Cristos dolientes que son los oprimidos, los pobres y los que sufren en silencio. De todas maneras , cada día me espera mi cruz. Si la tomo con Cristo personificado en mi prójimo, me santificará. Si no la tomo y dejo que me aplaste, puede que llegue a la desesperación.
Carlos Rojas Casanova
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