martes, 3 de junio de 2008

CONFESIONES DEL PUEBLO DE LA MINA ( Por Neftalí )

PUBLICADO POR NEFTALI EN EL FORO DE RIOTINTO DIGITAL
Mi muerte definitiva se produjo por aplastamiento. Nadie puso eso en mi certificado de defunción, pero yo fui aplastado por millones de toneladas de escombros procedentes del Cerro Colorado. Lo que muy poca gente sabe es que la primera vez que me dieron por muerto fue en 1979, y los motivos de entonces fueron arruinamiento progresivo y despoblamiento total. Soy uno de los pueblos mineros más antiguos de España, pero el hecho de tener varias madres y en distintas épocas, ha dado lugar a que nunca tenga unas señas de identidad verdaderamente propias. Mi madre legítima empezó siendo Zalamea la Real, pero cuando una empresa sueca empezó construyendo mis primeras casas a partir de 1725, mi madre se sintió muy contrariada y peleó con los poderes públicos hasta la saciedad, para librarme de las cadenas extranjeras que, en su opinión, me oprimían descaradamente. Los pleitos fueron muchos y numerosos, pero debido a la gran influencia que ejercieron los poderes públicos afines a la Hacienda Pública, al final la Señora Zalamea tuvo que admitir la lamentable pérdida de su hija menor.

Durante gran parte de mi existencia fui una población dependiente del Estado y de otras compañías mineras…hasta que por fin alcancé la mayoría de edad en 1841, cuando fui declarada villa con el nombre de Minas de Riotinto. En principio, yo pensé que aquella relativa independencia de los poderes públicos me convertiría en un pueblo con raíces autóctonas y con capacidad suficiente como para tomar sus propias decisiones, pero desgraciadamente no ocurrió así, ya que tuve que comportarme durante todo el resto de mi vida lo mismo que un soldado dentro de un cuartel, obedeciendo en todo momento las normas que dictaban las compañías propietarias de las minas.

Sin embargo, lo peor de todo fue la forma tan lenta y dolorosa en que fui perdiendo la mayor parte de mis casas y me fui muriendo. Hasta el 11 de Enero de 1908, mi mapa urbano se conservaba íntegro y se respiraba entre mis habitantes un aire tibio de esperanza y de prosperidad. Pero cada vez que los colmillos voraces de la dinamita se clavaban en el estómago gris de estas montañas, mis viviendas temblaban de miedo y de dolor. Y aunque ninguno de mis vecinos sufrió ningún percance serio nunca, los muros de mis casas iban agrietándose poco a poco hasta que se los tragaba la tierra. Estaba claro que La Compañía quería hacer desaparecer el pueblo antiguo, para aumentar al máximo la producción de cobre.

Fui un pueblo tan próspero que mi nombre lo conocían en toda España y en muchas ciudades extranjeras, aunque tengo que reconocer que gran parte de esa popularidad se la debo a los ingleses de la Río Tinto Company Limited, que llegaron a La Mina en 1873. En esos momentos, yo solo tenía 1976 habitantes, pero la actividad minera llegó a ser tan frenética durante esos primeros años, que a finales de 1888, mi población era ya de 7200 almas. Este espejismo poblacional me hizo creer que durante las décadas siguientes mi población aumentaría un poco más. Pero aquellas casas enfermas se me fueron muriendo lentamente con el paso de los años y tuve que esforzarme por sobrevivir en medio de un aire enrarecido de progreso y de fatalidad. Hasta los últimos años del siglo XX, todavía se podían ver los arruinados esqueletos de mis casas inglesas de la calle Méndez Núñez y hasta se podía cortar con cuchillo el silencio tan denso que se acumulaba alrededor de aquellos centenarios muros.

Creo que los mineros no han hecho justicia conmigo, porque si fuera así, habrían puesto una cruz o una lápida de mármol en el lugar donde estuvieron mis cimientos y me hubieran declarado a título póstumo Patrimonio de la Humanidad, aunque solo hubiera sido para honrar la memoria de los mártires del 4 de Febrero. Y seguramente alguien habría escrito en dicha lápida: Aquí yace el pueblo antiguo de Minas de Riotinto (R.I.P. 1725-1982)…para que no lo olviden nunca las generaciones venideras.

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