jueves, 29 de noviembre de 2007

TAN SOLO UNA CARTA( José Márquez Trigo, 29 de noviembre de 2007)


Queridos hijos, nuestro principal deseo es que cuando recibáis esta carta sigáis gozando de buena salud al lado de vuestras familias, y que la felicidad, la libertad y la justicia, permanezcan en vosotros como fundamento de vuestras vidas. Nosotros estamos bien; mamá, ya sabéis, con sus dolores, y yo, pues también, aunque esto no tiene que preocuparos porque son los achaques naturales de la edad y ya hasta nos hemos acostumbrado a ellos.
El otro día estaba lloviendo y no pudimos dar nuestro paseo diario, así que nos refugiamos al calor de nuestra estufa y nos dio por recordar cosas. Casi pudimos sentir de nuevo la primera vez que os tuvimos en nuestros brazos y que vimos vuestros ojillos, semicerrados aún; la tremenda felicidad de ser vuestros padres y de sentiros como una parte de nosotros... como una extensión de nuestras vidas. Vuestra madre siempre estaba pendiente de que estuvierais lo más confortables posible y siempre semidespierta: un ojo dormido y el otro en vosotros vigilando vuestra salud y vuestro bienestar ¡pero qué felicidad veros en vuestra cuna!... a veces nos llevábamos largos ratos mirando vuestras caritas sin cansarnos, disfrutando de vosotros; gozando de vuestras vidas.
Fuisteis creciendo y siempre estuvimos a vuestro lado. Sufrimos con vosotros vuestras enfermedades, ya sabéis, nada importante, aunque nosotros creíamos morir cuando notábamos que teníais algo: una fiebre, un dolorcillo de barriga, los puñeteros oídos que tantas horas de sueño nos quitaron... los primeros dientes.
Luego el colegio. Los primeros días fueron terribles para nosotros, porque sabíamos que entrabais en un sitio extraño, nuevo para vosotros, y eso siempre traumatiza un poco. Mamá estaba en la puerta para recogeros un buen rato antes de la hora de salida, como queriendo coger sitio, deseosa de teneros otra vez en sus brazos, más nerviosa aún que vosotros mismos. Pero así eran las cosas y así empezasteis a formaros como personas.
Nos reímos al recordar que cuando salíamos de paseo, o a la playa, os agarrabais fuertemente a mi pierna como buscando mi protección. “Papi, te quiero”... esa era mi recompensa, la mejor y más hermosa que podíais darme. Cuando me sentaba a ver la tele, enseguida os tenía encima y os enroscabais buscando mi calor y mi contacto; entonces os sentíais seguros y felices, aunque ¡jajaja!, enseguida os quedabais dormidos, así que yo aprovechaba para, en silencio, despacito, llevaros a la cama sin que os despertaseis.
Recordamos también vuestras primeras salidas solos y vuestros primeros amores... esos que nunca se olvidan. Os veíamos sufrir callados, pero los padres siempre notamos las cosas, así que, sin preguntar, también sufríamos a vuestro lado en silencio.
Ya sabéis que siempre hemos procurado que crecierais libres, aunque esto nos dio más de un quebradero de cabeza, porque a ciertas edades, cuando aún se tienen muchas dudas sobre todo... cuando las personas nos creemos el centro del mundo (todos hemos pasado eso), pues la rebeldía, el sentirse incomprendido, el creer que siempre llevabais razón... bueno, todo eso es un poco frustrante y a veces hasta nos sentíamos impotentes, sabiendo que esa importante y trascendente etapa de vuestras vidas pasaría y que era nuestra responsabilidad que pasara sin que os hiciera daño; sin que dejara en vosotros nada negativo y sí mucha enseñanza. Jamás notasteis nuestro desvelo por escucharos y por compartir aquellas cosas que queríais contarnos; por ser ante todo vuestros padres, pero también vuestros amigos. Nunca os disteis cuenta de que vuestros problemas eran también los nuestros y que, cuando os veíamos sufrir, también lo hacíamos nosotros en silencio.
Más tarde la Universidad. La vida de estudiante; nuevos amigos, nuevos horarios, nuevas situaciones... Las primeras veces que empezasteis a retrasaros un poco más en venir a casa el tiempo se nos hacía eterno. Parecía que el reloj se había quedado parado, imaginando mil y una historias, todas ellas infundadas, por supuesto. Hasta que no sentíamos el ruido de la cerradura no dormíamos tranquilos. Nos acostumbramos a dormirnos a la vez que vosotros, pero erais jóvenes y también es necesario en las vidas de las personas las relaciones con los demás, así como el disfrute sano de las horas que vuestros estudios os dejaban libres. Muchas veces fuimos nosotros los que soportábamos vuestro enfado porque pensabais –otra vez- que no os comprendíamos. Procurábamos que en casa estuviera siempre todo listo: vuestras ropas arregladas (recuerdo que vuestra madre siempre se quejaba de la cantidad de plancha que tenía), vuestras comidas siempre a su hora... en fin, todo lo que un hogar normal trae consigo aunque para ello renunciáramos un poco a nuestra propia libertad para que así pudierais tener la vuestra.
Luego nos presentasteis a vuestras parejas y nosotros ya tuvimos la sensación de que os perdíamos. Los padres siempre –hay que reconocerlo- nos encelamos un poquito de que otra persona ocupara vuestros corazones, pero así es la vida y así lo fue también para nosotros. Quizás el tiempo os haga ver que lo mismo que vosotros necesitabais ser comprendidos, también nosotros hubiéramos necesitado un tiempo para adaptarnos a ello y que hubierais comprendido también que la psicología de la vida hay que aplicarla a todas las personas, jóvenes o viejas, porque en el corazón no se manda y a veces éste te lo hace pasar muy mal. Las personas, junto con los años, acumulamos también sentimientos y recuerdos. Esos recuerdos que pueden llegar a convertirse en tu peor enemigo al asumir que jamás volverán y que son como una especie de película intima de tu propia vida. Quedarse sin los hijos es duro cuando se quieren tanto. Ya lo entenderéis también.
Pero bueno, la vida ahora nos ha colmado a todos de felicidad. Tenéis vuestras familias y vuestros preciosos hijos, esos nietos nuestros que nos tienen comido el sentido. Tenéis también un buen trabajo y habéis creado un hogar, así que lo que os contamos aquí son solo los recuerdos de dos viejos llenos de achaques.
El geriátrico al que nos habéis traído está muy bien. Tenemos muchos amigos y por las tardes jugamos al parchís y a las cartas. Mamá se acuesta pronto porque con la artrosis no puede estar mucho tiempo sentada. Por la mañana paseamos un rato por el jardín y luego vemos la tele. Estad tranquilos porque somos felices los dos juntitos, Le damos gracias al cielo porque nos está permitiendo seguir unidos en nuestra vejez. Aquí todo está muy limpio y hasta la comida nos la ponen por delante; no tenemos casi nada que hacer, así que tenemos todo el día para aburrirnos. Por eso no tenéis que preocuparos tanto por nosotros y porque no podáis venir a vernos más a menudo. Comprendemos que tenéis muchas obligaciones importantes que os quitan el tiempo, así que tranquilos. Pero a ver si es posible que el mes que viene, si podéis venir, nos traigáis a los niños, que mamá y yo estamos deseando de darles un abrazo enorme.
Dime si lograsteis vender nuestra casa. Sabemos que os hace falta el dinero para vuestras hipotecas y nosotros no la vamos a pisar nunca más. Pero, por favor, los muebles de cuando nos casamos tu madre y yo, nos gustaría que los conservarais, porque en ellos, y también en las paredes de la casa, se quedaron impregnados para siempre todos nuestros recuerdos y todas nuestras emociones.
Bueno, ya nos despedimos, que queda poco para la cena. Recibid todo el cariño de vuestros padres y recordad siempre que la vida tan sólo son etapas y que nosotros ya estamos a punto de haberlas superado todas. Por favor, estad preparados para no sufrir cuando os toque a vosotros superar la vuestra.

Con todo el amor de vuestros padres.

1 comentario:

  1. Pepe, muy emotivas estas lineas. Como siempre, sabes tocar la fibra.
    ¡¡¡ Que importante son los padres para los hijos, y los hijos para los padres!!! Que sabios consejos nos dan y que poco los escuchamos a veces..........La lastima es que nos damos cuenta cuando ya es tarde.
    Gracias Pepe.Un abrazo.
    JEPANE-MINERO

    ResponderEliminar